sábado, 29 de marzo de 2014

#Análisis - Música de ascensores en el ártico

Cartel promocional (Syfy)
Normalmente suelo asociar Syfy con «serie B» pero de vez en cuando nos sorprende, cada vez más. Parece que se apunta a la moda de las series buenas. Este género no suele engancharme, salvo contadas excepciones y Helix ha sido una de ellas. Después de unos años de «desgracia», el tipo que creció con Star trek y creó Battlestar Galáctica ha acertado con un género nuevo, sin extraterrestres ni naves espaciales. Pero claro, él no lo ha escrito...
¿De qué va Helix? Una doble hélice es lo que conforma nuestro ADN, el fundamento de la vida. ¿Qué pasaría si pudiéramos cambiarlo? Pues ya lo vemos día tras día con los transgénicos... Pero ¿y si se pudiera ir un paso más allá? Eso es Helix. Un laboratorio en el limbo de los justos -allá por la Antártida donde las leyes no aplican. Un ¿accidente? Una investigación del CDC, porque los americanos siempre tienen que salvar al mundo. Y, entonces empieza la fiesta, con música de ascensor de fondo. Parece una tontería, pero me parece uno de los detalles más brillantes de la serie y en un par de capítulos te saca una sonrisa... crea ambiente.
Salvando las distancias, terminar de ver esta temporada de la serie me ha recordado a Fringe. Y digo salvando las distancias porque ni la poética, ni los actores, están de lejos a ese nivel. En cualquier caso la serie acaba siendo resultona. Contesta a todas las preguntas que tiene que contestar a su tiempo, con alguna sorpresa que otra. La ejecución es correcta y el argumento bueno. Es una de esas series que si cayera en manos de HBO con un presupuesto bueno y un poco menos de Syfy, nos cagábamos en los pantalones.
El parecido con Fringe me ha venido en el último capítulo, pero tranquilos que no hay universos paralelos, sino un cambio importante de argumento para la segunda temporada. ¿Logrará sorprender? Le voy a dar una oportunidad porque esta primera me ha dejado buen sabor de boca. La semana que viene probaremos un poco de Continuum para no perder la costumbre.

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